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viernes, 13 de diciembre de 2013

Adicción al pensamiento - Pedro Jara Vara

La sociedad contemporánea se ha convertido en un gran teatro. Al haber sido educados para comportarnos y actuar de una determinada manera, en vez de mostrarnos AUTÉNTICOS, HONESTOS y LIBRES (siendo coherentes con lo que en realidad somos y sentimos) solemos llevar una máscara puesta y con ella INTERPRETAMOS A UN PERSONAJE que es del agrado de los demás. Si bien vivir bajo una careta nos permite sentirnos más cómodos y seguros, con el tiempo conlleva un precio muy alto: la DESCONEXIÓN de nuestra verdadera esencia. Y en algunos casos, de tanto llevar una máscara puesta, nos olvidamos de quiénes éramos antes de ponérnosla.

Lo cierto es que algunos sociólogos coinciden en que en nuestra sociedad ha triunfado el denominado “pensamiento único”. Es decir, “la manera normal y común que tenemos la mayoría de pensar, comportarnos y relacionarnos”. Así, al entrar en la edad adulta solemos ser víctimas de “la PATOLOGÍA DE LA NORMALIDAD”. Esta sutil enfermedad (descrita por el psicoterapeuta alemán Erich Fromm) consiste en creer que lo que la sociedad considera “normal” es lo “bueno” y lo “correcto” para cada uno de nosotros, por más que vaya en contra de nuestra verdadera naturaleza.

“¿Qué más da lo que piense la gente? La opinión de otras personas solo tiene importancia si nosotros se la concedemos.”


ESO QUE SUSCITA TU ENFADO NO ES EN ÚLTIMO TERMINO LO QUE LA OTRA PERSONA ESTÁ PENSANDO O DICIENDO DE TI, SINO LO QUE TÚ ESTAS PENSANDO ACERCA DE LO QUE ESA PERSONA PIENSA O DICE, LO QUE TÚ OPINAS ACERCA DE LO QUE ELLA OPINA, LO QUE EN EL FONDO TÚ CREES ACERCA DE TI MISMO EN RELACION CON LO QUE (ELLA) TE PLANTEA.

Igualmente cuando te sientes culpable (enfadado contigo mismo) o avergonzado por lo que alguien piensa o dice de ti, tu malestar procede en realidad de lo que tú estás pensando de ti, y solo en la medida en que crees que esa persona puede tener razón y en la medida en que sus ideas encajan con las tuyas, te sientes afectado. Los otros son un punto de partida para ese dolor, que por lo general sin darte cuenta tú continuas. Los demás “aprietan el gatillo” pero la bala no saldría si en tu interior no aportaras la pólvora.

Lo que otra persona piense dentro de su cerebro, sea lo que sea, nunca te puede afectar directamente. A ti sólo puede afectarte y emocionarte lo que haces en tu propio cerebro. Sólo te puede afectar la interpretación que tú tiendas a darle. La conducta de esa otra persona, de la cual ella misma es responsable, es solo el detonante para que  tú hagas dentro de tu cabeza, de manera tal vez muy automatizada e inconsciente, algo con lo que dañarte a ti mismo, y de eso solo eres responsable tú.

Incluso más allá de esta comprensión, un gran y difícil salto madurativo consiste en llegar a darte cuenta de que cada persona que te incomoda está, potencialmente, haciéndote un favor. No se trata de que esa persona pretenda necesariamente ayudarte, sino de que tú mantengas la disposición y la habilidad para descubrir, gracias a ella, cuales son tus debilidades e inseguridades, y así poder trabajar sobre tu mejora personal. Se trata de lo que pretendes tú, no de lo que pretende el otro. Se trata de cómo “utilizas” su supuesta agresión, de como interaccionas con ella, porque aunque quizás preferirías que no se produjera, ya que el hecho es que se ha producido, resulta la opción más constructiva para ti.


“Ya que te has caído o te han tirado al suelo, no pierdas mucho tiempo en quejarte del inevitable dolor, y aprovecha para recoger algo valioso cuando te levantes”.

Adicción al pensamiento - Pedro Jara Vara


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