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lunes, 13 de mayo de 2013

La vida y el mar, el mar y la vida...

La vida y el mar, el mar y la vida...
...son metáforas y analogías una de la otra.

"De la mar al precepto, del precepto al concepto, del concepto a la idea -decía Antonio Machado- ¡Oh, la linda tarea!-, de la idea a la mar. ¡Y otra vez a empezar!"

La vida tiene sus altibajos, al igual que esas olas que suben y bajan; sus momentos buenos y malos, quien no encuentra paz mirando tranquilamente un mar en calma como un plato; o quien no derrama sus emociones  viendo como el mar embravecido arrasa con todo, chocando contra las rocas...
furiosamente, sin importarle hacerse daño.

Cuando en la vida tienes un momento de felicidad absoluta, a ese momento le debes un recuerdo, que no pase sin darte cuenta de lo fascinante y maravilloso que es...
...como decía el tio Alex del escritor Kurt Vonnegut,
“Si esto no es maravilloso, ¿qué lo es entonces?”. 
Es un momento tan parecido al mar, a lo absoluto, inabarcable, grandioso...

...a veces la vida es profunda como una fosa abisal;
otras, la vida y el mar, están en calma;
a veces se agitan arriba y abajo en un continuo, que parece no tener final;
nos abruma su inmensidad, no vemos como salir de ella, como volver a encontrar ese momento maravilloso, que nos hace felices...
...y de repente, cambia la perspectiva;
como cuando las olas grandes recorren el mar, igual que los problemas grandes recorren nuestras vidas; parecen grandes, pero a medida que se acercan a la orilla, pierden su fuerza, son sólo olas cada vez mas pequeñas, que siempre acaban rompiendo contra la orilla.

Tenemos que comprender que la felicidad entendida como un todo absoluto se nos hace inalcanzable, pero que si nos marcamos pequeños objetivos, pequeñas metas, en vez de ver la inmensidad del mar, percibir cada ola, todo se torna más fácil, más entendible, más sencillo de lograr.

Es como una vida infinita,
un inmortal que me seduce.
Una miscelánea de colores,
agua con agua compartida.

Mientras nado en su melancolía
y abrazo ese verdor azulado,
siento poder sobre mi cuerpo,
me deslizo cual pez sin agallas,
con mis brazos como aletas.

Suelo olvidar esos problemas,
que taladran mi cabeza.

Cuando en su regazo me acoge,
enfriando mis ánimos enloquecidos,
quiero abrazarlo y se me escurre.

En invierno intento diluirme,
Cuando se enfurece gélido y congelado,
destrozándome en un minuto,
penetrando hasta el fondo de mi ser.

En el momento que se enfada,
no quiero que me ame, 
porque a sus entrañas intenta llevarme,
sin ti, no vivo; 
contigo, muero.

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